14 de Mayo 2012 09:01 PM pro Dee Steward
El ejemplo más exquisito de la obediencia para mí es la vida de Juana de Arco, la doncella de Orleans. Ella ilustra la obediencia en su forma más auténtica. Tenía trece y medio, en el verano de 1425 cuando fue visitada por San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita y otros.
Aunque Juana nunca hizo ninguna declaración en su momento en cuanto que oia voces las cuales le revelaron su misión, parece con seguridad que la llamada de Dios se le dio a conocer a ella gradualmente. Pero en mayo de 1428, ella ya no dudo mas en cuanto que ella era la escogida para ir a ayudar al rey, y las voces se hicieron insistentes, instandola a presentarse a sí misma a Robert Baudricourt, quien estaba designado por Carlos VII en la vecina ciudad de Vaucouleurs. Este viaje lo logra hacer ella finalmente un mes más tarde, pero Baudricourt un soldado rudo y disoluto, la trata a ella y a su misión con escaso respeto, diciendole a la prima que la acompañaba: llevadla a su casa donde su padre y dadle unos buenos azotes.
No puedo imaginar esa obediencia; Sin embargo este brillante ejemplo demostrado por Juana de Arco, nos da una pausa para considerar lo que podemos hacer nosotros para ser obedientes a Dios en nuestras propias vidas.
Pero quizás el hecho más interesante relacionado con esta etapa inicial de su misión es una carta de un testigo Sire de Rotslaer escrita desde Lyon el 22 de abril de 1429, que fue entregada en Bruselas y debidamente registrada, es un manuscrito hasta el día de hoy, y se dio antes de que cualquiera de los eventos mencionados se cumpliera. La sirvienta, informa, que a Juana de Arco se le fue revelado que salvaría Orléans y que obligaría a los ingleses a levantar el asedio, que ella misma en una batalla antes de Orleans sería herida por un eje pero no iba a morir de la misma, y que el rey, en el transcurso del próximo verano, sería coronado en Reims, junto con otras cosas que el rey mantiene en secreto.
Descifrar las virtudes que componen la obediencia, se revelan en la vida de Juana de Arco. Se ve inmediatamente que la creencia en Dios es imprescindible, total fe y confianza en su palabra, y la intrepidez. Inquebrantable insula, la pasión, la gracia, la sumisión a la voluntad de Dios, el amor, Honor, propósito y determinación.
Las palabras de Juana de Arco ante los jueces eclesiásticos da el aliento, la altura y la profundidad de la obediencia.
Vino de Dios. No hay nada más, por eso estoy aquí! Enviarme a Dios, de quien vine